miércoles, 16 de septiembre de 2020

La Doncella feliz y el Capitán


Por Diana Zepeda

La Doncella feliz 
a veces no era tan feliz,
sin embargo sonreía. 

Amaba el silencio y los libros,
sus páginas acompañaban
las solitarias horas.

Le gustaba el café,
las galletas caseras
y las duchas calientes.

Tenía miedo de todo,
y a veces se rompía
pero siempre sonreía.

El Capitán por otra parte,
navegaba sin temor
aun bajo la tormenta.

Sus pasos eran firmes
su voz segura 
la mirada fija y profunda.

La Doncella feliz 
prefería andar en tierra
a paso lento y seguro.

Pasó que un día 
a pesar del miedo
se atrevió a abordar.

Mientras contemplaba 
las estrellas brillar
temerosa y abstraída,

conquistada por los 
Sonidos y paisajes bellos,
los ojos llenos de luz y sueños.

Se colocó sin intención
ante la mirada del capitán,
cautivando su atención. 

Solía ser reservada
vestir sencilla y recatada
común y ordinaria.

Esa noche sin embargo,
usaba un vestido entallado
que tampoco era muy largo.

Seguro de su galanura
se acercó despacio y sin dudar,
cómo un león cuando se dispone a cazar.

La voz varonil y exquisita
irrumpió en la quietud 
de aquella noche tan bonita.

Ofreció su compañía a la joven,
desconfiando ella de su intención
respondió amable y se marchó.

El Capitán era tenaz,
cuando la encontró de nuevo
se acercó una vez más.

La luz era mejor y el Capitán 
más joven y atractivo
de lo que antes pudo notar.

Tras largas noches
de agradables charlas,
el caballero suya la sintió.

Cuando un viejo amor 
a la Doncella amable saludó
y con respeto se dijeron adiós,

el obstinado Capitán
a la doncella ofendió
y herida se alejó.

Siendo él, su único motivo
para navegar por la mar, 
el barco abandonó sin más.

Regresó a sus lecturas,
a los largos silencios,
estaba sola pero en paz.

En ausencia de la Doncella,
cortejaba a otras chicas
el joven Capitán.

Con el tiempo envió una carta,
sin duda la disculpa era falsa,
la Doncella lo sabía, claro está.

El gesto la tomaba por sorpresa,
acaso se trataba de un error,
el soberbio capitán pedía perdón.

Un escalofrío recorría su piel,
odiaba ser tan vulnerable
Ante aquel par de ojos café.

Cansada del hastío
las novelas tristes
y un verano aburrido,

en busca de emociones nuevas
de vivir un poco y salir al mundo,
respondió enseguida de su letra y puño.

Le molestaban los hombres como él,
palabras estudiadas, pose de galán.
ella no se dejaba impresionar.

Era un juego peligroso
para quien se quiebra con facilidad,
a pesar de todo quiso jugar.

Era una tarde de verano,
el calor quemaba como brasa,
y la espera parecía larga.

En el lugar acordado
elegante, erguido y formal
esperaba impaciente el Capitán.

Ella lo observó a lo lejos
y casi perdió el aliento.
suspiró en silencio.

Como todo un caballero
le abrió la puerta del auto negro.
Ella intimidada sonreía y callaba.

Después del teatro y la cena
terminaron a orillas del mar.
El paisaje perfecto para enamorar.

La Doncella hablaba tanto, 
temía que la proximidad 
y el silencio la pudieran acorralar,

y terminar como tantas,
en los brazos fuertes 
del astuto y hábil Capitán.

Finalmente sus palabras 
y los  pensamientos 
fueron callados con un beso.

Se sintió como suave brisa
cómo mar inquieto y luego en calma,
como caminar, correr y volar de prisa.

Fue como probar un suave vino,
un dulce fruto maduro,
un trozo del postre más fino.

Fue un romance corto,
duró lo que él verano.
Una chica más que lo aburrió.

La doncella era dulce 
y la miel suele gustar
aunque luego molesta al paladar. 

Era lista y divertida
pero en emociones intensa,
comenzaba a volverse molesta.

El capitán práctico y racional,
con su tempestad de emociones
no estaba dispuesto a lidiar.

Con el tiempo separaron sus caminos,
el capitán conoció otros amores,
la doncella volvió a la soledad.

Esta vez no deseaba leer
no le apetecían las galletas y el café.
Por primera vez la soledad dolía. 

Por suerte las heridas de amor
no suelen durar para siempre.
La vida fue recuperando color.

La doncella se alejó del mar
se refugió en sus lecturas, 
y poco a poco retomó su vida.

Finalmente el amor llegó
y él verano bello y triste 
un recuerdo se volvió.

El capitán aún es un hombre interesante,
todavía se le puede ver seguro y sonriente
navegando feliz en altamar.
 
La doncella lo recuerda 
de vez en cuando,
agradecida por aquél lindo verano.