Era tan callado
la llenaba de dudas.
Tenía una mirada
de esas que parecen
atravesar la mente
y leer pensamientos.
De las que se quedan quietas
no parpadean ni se apartan,
así la miraba, con sus ojos
brillantes y oscuros,
parecían decir:
aquí estoy, te quiero.
Apartaba la vista con miedo,
él se marchaba luego.
Pasaban los días en silencio,
soñando con esos ojos negros
que tanto evitaba,
se estremecía si escuchaba
la voz firme y segura,
que a ella no le decía nada.
Un día le saludó amable,
con una caricia suave
tocó su espalda,
le abrazó el alma,
y era tan callado,
no le dijo nada.
Nunca supo
si podía decir que sí,
si había una pregunta,
si valía la pena
mantener la mirada
o bajar la vista,
olvidarlo, o dejarlo todo
para ir a sus brazos.
Pero nunca le dijo nada
o quizá sí, puede que no fuera
tan callado, puede que él gritara
y ella no le escuchaba.