Los finales se anuncian solos,
cuando algo va a concluir
siempre lo sabemos,
recibimos señales;
nos tocan la espalda
nos pisan los talones
nos gritan en la cara.
Al final del verano una tarde,
disfrutando el clima cálido,
bebiendo un vaso de limonada,
mientras observamos
las hojas de un árbol,
algo dentro de pronto
nos anuncia:
será la última vez
que las veamos verdosas y sujetas.
Contemplamos con nostalgia
sabiendo que pronto caerán,
secas volarán a merced del viento.
Un día, perdidos en la lectura,
nuestras manos se percatan
el libro favorito se va haciendo delgado, los misterios están resueltos ya,
sin duda viene el final.
Tratamos de recordar
cómo eran los días antes de ser conquistados por sus líneas.
¿Qué haremos ahora para pasar el tiempo?
Cuando un ave se dispone a emprender el vuelo
Lo sabemos porque mira al cielo,
abre sus alas y se va sin más,
firme, sin mirar atrás.
Una vez que se ha ido
sabemos lo difícil que será volverlo a encontrar.
Cuando la taza está casi vacía
y vemos dentro,
aspiramos para sentir el aroma
y lentamente bebemos el último sorbo de café.
En fin, cuando algo termina
casi nunca sucede de repente,
lo sabemos, claro que sabemos.
Nos llenamos de miedo
sentimos vacío, tristeza, enojo, alivio, alguna vez alegría y casi todas melancolía.
Nos preguntamos
¿ahora qué va a pasar, qué voy a hacer?
y en realidad, los finales nunca son el final
sino el comienzo de algo más.
Deja que se vaya al verano
que las hojas caigan es necesario, descuelga el suéter rayado,
siente la estática en tus manos.
Disfruta el libro hasta que termine,
está llena de ellos la biblioteca, conseguirás otro en cualquier librería. Puedes tomar lápiz y papel
y plasmar las historias que llevas dentro.
Sonríele al ave mientras se va,
desea que encuentre un mejor clima.
Bebe el café hasta la última gota,
a la mañana siguiente
podrás preparar otra taza y otra...