Pronto será la despedida
entre las aves y los peces,
seguiremos nuestra vida
mejor que hace seis meses.
Tendremos una fiesta,
nos convida la gaviota.
Diremos adiós a la maestra
y obtendremos nuestra nota.
Una vez cada semana
por allá del mediodía,
nos reuníamos en la playa
donde había paz y armonía.
Un obsequio de mi han solicitado
que figure con sutileza,
a mi compañera el pez dorado
en quien veo serenidad y belleza.
Moviendo mis alas golondrinas
me paseo por distintos cielos,
las ofertas decembrinas
invaden y ocupan los suelos.
Ha surgido un inconveniente,
no conozco al pez dorado,
la recuerdo pasiva y sonriente
y tan solo he observado:
es dulce sirena
danzando con las olas,
brillando entre la arena,
en el mar pasa las horas.
Irradian sus ojos, luminosos destellos
tiene un atardecer en su mirada,
la noche oscura en sus cabellos
y la boca de coral pintada.
Es de perla su sonrisa
y vive en aparente calma.
Es frágil su risa
pero no su alma.
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