Por Diana Zepeda
El hombre de piedra
un día despertará
cansado y viejo
en terrible soledad.
Aquellos que lo amaron
y sin pena despreció
se habrán agotado
de buscar su amor.
Morirá en el olvido
con el corazón seco,
antes de partir no habrán
bellos recuerdos que añorar.
Verá ante su mirada fría
la corta vida pasar
sabrá que vivió equivocado
sin rumbo, de aquí para allá.
Volando como el viento,
cerca y después tan lejos,
desvaneciéndose en un instante
como las olas en el mar.
Dios perdone su egoísmo
y su falta de humildad,
lo reciba en su seno
en su infinita bondad.
Pediré cada día
por su alma perdida
que rectifique su vida
y no tenga un triste final.
Soñaré que ha vuelto,
abrazaré su recuerdo
y lo amaré desde lejos,
aunque no vuelva más.
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