miércoles, 16 de julio de 2014

Redondillas

Por: Sor Juana Ines De La Cruz


Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

jueves, 12 de junio de 2014

Frente al espejo

Por Diana Zepeda

Fotografía: Natalia Rujana



De nuevo, como es lo habitual
en la vida, he vuelto a tropezar.
Me he topado tan duras rocas
y he caído al suelo sin luchar.

Al abrir las puertas del armario
saltaron los defectos olvidados,
temores secretos y escondidos
me fueron de pronto revelados.

Encontré sueños rotos en el cajón,
vi tras la cortina una mentira,
excusas por toda la habitación,
bajo la cama, culpas y rencor.

La pared, la silueta dibujaba
de mi oscura y grande sombra,
y finalmente, frente al espejo
tan solo la que soy, se me mostraba.

No quise ver mi reflejo todavía,
coloqué todo en mi equipaje
dejando la habitación vacía,
con las reliquias me fui de viaje.

Únicamente allá, en soledad
dejé ir lo que no necesito más.
Adiós rencores y limitaciones
ahora pueden volar en libertad.

Y sin nada mas que un espejo
y una habitación que decorar
vi entonces a la mujer que soy
y sin duda, la he vuelto a amar.













miércoles, 16 de abril de 2014

Miedo a estar sin ti.

Por Diana Zepeda

A veces tengo miedo,
miedo de que la muerte
me separe de ti.
Convertirme en  nada,
y no estar mas junto  a ti.
Miedo a que te vallas tu
a un lugar lejano y desconocido
inaccesible para mi.
Miedo a quedarme sin ti
de cualquier manera.

Nos hemos prometido
un amor eterno,
olvidando que somos
tan solo temporales,
marcados con fecha
de caducidad.
Igual que las flores
nos llegamos a marchitar,
podemos brillar, florecer
y sin embargo
es nuestro destino perecer.

Pido a Dios
que allá en lo lejano,
en la eternidad,
en otra vida,
en otro tiempo quizá
nos permita
volvernos a encontrar
y ser de nuevo
 lo que fuimos:
esposos, padres, hijos,
hermanos o amigos,
y sin ofenderle
en lo absoluto,
con toda el alma
volvernos a amar.

miércoles, 29 de enero de 2014

Poema XX

Por Pablo Neruda

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos
           árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis
          brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.